1.2. El Homo faber: el hombre como señor despótico de la naturaleza

Esta concepción de las relaciones entre hombre y naturaleza se manifiestan de un modo elocuente en Locke (sec. 36, 45 y 50). La naturaleza y la tierra son claramente desvalorizadas en cuanto proporcionan solamente los materiales en bruto y apenas tienen valor en sí mismas; por ello los pueblos de América que abundaban en tierras escaseaban de todas las comodidades, debido a su desvalorización del trabajo productivo. Por ello los reyes de aquellos pueblos vivían peor que los peones de la sociedad moderna.
El trabajo para Locke, constituye el 99 por 100 del valor de cada producto. Por eso exalta al homo faber, en cuanto productor de mercancías, como culminación de lo humano. Y se entusiasma con la creación del dinero, en cuanto hace posible la acumulación de bienes, y su duración y permanencia en determinadas manos, lo que contribuye al bienestar general, daba la abundancia de tierras existentes que deben seguir siendo ocupadas. A través de la acumulación, el hombre añade un valor a la naturaleza, y con ella crea una riqueza, que le hace ver mucho más allá de la pura supervivencia, de la preocupación por las necesidades efímeras del comer y vestirse, en las que se encuentra limitado el animal laborans, u hombre primitivo.
En línea con Locke, Smith (I, pp. 53 y 173) subraya el intercambio de mercancías como distinción radical del hombre respecto al animal: “nunca he visto un perro intercambiar un hueso con otros”. Este intercambio está basado en el egoísmo: “la leche del lechero, el pan del panadero o el jornal del empresario […] los espero a cambio de algo que yo puedo ofrecerles”. Análogamente piensa Kant, para el que la plenitud de derechos va unida a la capacidad de libre disposición de propiedades (1793, p. 34) considerando al propio tiempo que el hombre no tiene deberes con la naturaleza (1797, parag. 17, p. 88), ya que de las cosas puede disponer a su antojo. Al mismo tiempo postula el uso privado de las cosas, (frente a Tomás de Aquino que defendía el uso público) hasta donde llega la posibilidad de su defensa (p. 81), “hasta donde llega la posibilidad de su defensa (p. 81), “hasta donde llegan los cañones”. La imposibilidad de protección y de alimentación por cuenta propia de las mujeres y de los niños (46, p. 144), el carecer de sibi sufficientia, le lleva a negar sus derechos “No pueden ser sujetos de derecho todas las mujeres y cualquiera que no pueda procurarse por sí mismo el alimento y la protección”. (1797, 46, p. 146)
En la mentalidad tecnocrática las políticas poblacionistas son esenciales en cuanto permiten a una nación el poblamiento y domino de porciones de terreno para su explotación. Durante el s. XIX el colonialismo se sustentó en un crecimiento exponencial de la población de las naciones colonizadoras siendo así que las gentes son empleadas como mano de obra productiva, y como carne de cañón en la guerra. Napoleón instauró la mili obligatoria como deber del ciudadano hacia su "Madre" patria.

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